Se conoce con el término de solidaridad a aquel sentimiento o
también considerado por muchos un valor, a través del cual las personas
se sienten y reconocen unidas y compartiendo las mismas obligaciones,
intereses e ideales y conformando además uno de los pilares
fundamentales sobre los que se asienta la ética moderna.
SOLIDARIDAD ENTRE INDIVIDUOS
La primacía de la solidaridad entre individuos no resta importancia a la real necesidadde impulsar la solidaridad de escala social. Los problemas socio-económicos sólo pueden ser resueltos con ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y de los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad a gran escala está íntimamente ligada con aquélla entre individuos, y en ella funda su verdadero valor.Aún más: la solidaridad entre personas individuales, entre seres humanos iguales, de uno a uno, debe tender necesariamente a la solidaridad de escala social. La verdadera solidaridad encuentra su mayor solaz en el crecimiento de su campo de influencia. Con esto, podemos afirmar que la solidaridad es una virtud que, si no se desarrolla, se pierde. Para la solidaridad, hay sólo dos opciones: crecer o morir.Pero este crecimiento en el campo de influencia de la solidaridad entraña un serio peligro, pues también puede suceder que, al ampliar los alcances de una tendencia solidaria, se pierda la intensidad de esta disposición; se difumine su fuerza; se borre poco a poco su verdadera efectividad, para convertirse en un malestar personal por los males de la sociedad; una verborrea lastimosa por las injusticias; una lágrima estéril; una hipócrita tristeza que no empuja a la acción, sino a la lástima inútil y soberbia.Es importante, según hemos señalado, no confundir la solidaridad con «un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, ya que todos somos verdaderamente responsables de todos». El hombre es un ser social por naturaleza, y su desarrollo está estrechamente vinculado con el desarrollo de toda la sociedad. En cierta medida, ayudar a la sociedad es ayudarse a uno mismo, puesto que el bien común es precisamente eso: común. El bien de todos es también mio.
SOLIDARIDAD EN LA SOCIEDAD
Tenemos que afirmar, antes que cualquier otra cosa,
lo siguiente: no es conveniente observar la solidaridad entre
pueblos distintos sin tener clara la dimensión humana
que esto conlleva: las naciones no son entes subsistentes en
sí mismos, sino que subsisten en los seres humanos que
los conforman. Por eso, no hay que ignorar lo que realmente
sucede. Cuando una nación es solidaria con otra nación, realmente los individuos que
pertenecen a una nación están siendo solidarios
con las personas que viven en otra nación.
Para llevar a cabo la solidaridad entre las
naciones, hace falta visualizar un hecho que en algunas
ocasiones es difícil de aceptar: el bien de cada
sociedad es el bien de todas las sociedades, así como el bien de una
persona en sociedad es el bien de todos sus habitantes.
Podemos observar al planeta entero como una verdadera
sociedad de sociedades, en donde todos, realmente, somos
responsables de todos. En una actitud de solidaridad no
sólo se beneficia aquél que recibe la ayuda,
sino también aquél que la da, además de
toda la sociedad de sociedades.
Entendido esto, comprendemos que, de ninguna manera,
la solidaridad entre naciones se opone a los sentimientos
positivos de patriotismo y de cuidado de la nación
propia. Las naciones también deben de aprender a
desprenderse de sus bienes materiales en favor de otros, y no
sólo de lo que les sobra, sino de aquello que les ha
costado trabajo, porque sólo entonces podrán
comprender la dimensión universal de la solidaridad,
aún entre naciones que no guardan algún
vínculo especial de amistad o
compromiso.
«Juzgamos necesaria aquí una
advertencia: (…) el amor a
la propia patria, que con razón debe ser fomentado, no
debe impedir, no debe ser obstáculo al precepto
cristiano de la caridad universal, precepto que coloca
igualmente a todos los demás y su personal prosperidad
en la luz
pacificadora del amor»
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